Es curioso, que mi profesión y vocación siempre haya sido de ayuda a los demás, y en esta situación te conviertas en una persona totalmente dependiente de la ayuda de los demás.
Los primeros días fueron ángeles de la guarda, los que me vistieron, me desvistieron, me prepararon la comida, todo con un amor increíble. Y no se me va a olvidar en la vida. Pero cada movimiento mio era una sacudida de dolor y aquí te vuelves vulnerable sí o sí. Después ya llegó mi madre, que ha sido Dios en este caso.
Lo mejor de este caso es que los pies los he podido seguir usando, y los paseos sola y acompañada me han ayudado a reamueblar la cabeza y asumir que sí, que necesitaba ayuda, para vestirme, alimentarme (cortar un filete tiene lo suyo a una mano), lavarme... Colocarme cojines en la cama para que no se me moviera el brazo, colocarme el cabestrillo una y otra vez, abrocharme las zapatillas, cuidar de mis hijas bajo mi tutela...
Y poco a poco el dolor va cediendo, y la ayuda va siendo menos necesaria, y voy recuperando esa independencia mía tan anhelada. Simplemente ya puedo cuidarme de mi misma, sigo necesitando la ayuda de los demás para poder cuidar a mis hijas, estoy recuperando mi capacidad de caminar sin cansarme (montañas a mí...) y sigue la ayuda moral...
La de pasito a pasito, la de agárrate fuerte a mí, los besos dados en mi desolación, los abrazos de Mayte dados desde el cariño mas profundo (cásate conmigo), las palabras que quitan importancia a mis agobios, la de vamos a hacer planes para que no estés sola, el no tengas miedo...
Las frases de lo estás haciendo muy bien Aurora, los cómo estás, las visitas, las llamadas, los lo dejo todo para estar a tu lado.
Pero sobre todo mi madre... NO hay palabras, cada milímetro osificado se lo debo a ella, que está sabiendo leerme muy bien, que al principio fue una prolongación de mi ser y cada vez que la he pedido déjame a mí, ha entendido que no hay mejor manera de ayudarme que dándome libertad para hacerlo. Que ha respetado que no me tomara medicación, que me metiera en la cama con mis hijas, que necesitaba la intimidad para intentar vestirme sola y que cuando un sujetador se me atraganta viene a mi rescate y en cada paso que he dado en esta recuperación la he oído decir otro pasito que has dado.
Quizás es más fácil pedir ayuda para todo... Pero yo pido ayuda cuando no puedo más... Y no puedo estar más que agradecida por la ayuda de los demás porque en muchas muchas ocasiones ha venido sin petición previa.